viernes, 5 de marzo de 2010

Después de la moda

Para saber cómo se inició la moda tenemos que remontarnos a fines de la Edad Media (s. XIV), tiempo en el cual aparecía una nueva conciencia del hombre, una expresión más individualista debido a los nuevos descubrimientos científicos, pero también una nostalgia por el tiempo pasado y una angustia por la vida efímera. Como respuesta comenzó una búsqueda de placer y disfrute inmediato, a la vez que se desarrollaban los valores caballerescos, la cultura cortesana y el protagonismo del amor. La “seducción por medio de signos estéticos”, más que la pugna entre clases sociales, fue el posible desencadenante de la constante renovación que está en la base de la moda, con todo su teatro de artificios, trivialidades y excesos (ver Lipovesky-El imperio de lo efímero).

Hoy vemos más que nunca que esta búsqueda de placer inmediato y gratificación instantánea está presente en las colecciones de los grandes diseñadores. Sus puntos de partida para los diseños son múltiples, al igual que la multiplicidad de signos, imágenes, valores, etc que coexisten actualmente. Ahora la vestimenta busca desesperadamente nuevas fuentes de inspiración para hacer frente a esta renovación cada vez más vertiginosa. La música, la literatura, la historia, el folclor, el arte o hasta el futuro (inexistente por ahora) sirven para nutrir y actualizar tendencias y poder mantener el paso de la moda.
 
 
  
   
  
  
  
 
 
  
 Pero así como todo tiene un comienzo, la moda tal como la conocemos también va a presenciar su final. Esto quizás se dé junto a un nuevo cambio de conciencia hacia estados más reflexivos, racionales y menos superficiales. Eventos externos como catástrofes naturales o una necesidad de cambio interna podrían conllevar a una transformación en la forma de vestir. Frivolidad substituída por austeridad, extravagancia convertida en funcionalidad. 

El enfoque futuro posiblemente estaría dirigido a cubrir la necesidad de supervivencia y seguridad frente a la devastación total circundante, constituiría un descenso, según la pirámide de Maslow, desde la necesidad de afecto y autorrealización (mediante la imagen personal y el juego de la seducción) hacia un nivel más “rudimentario” o básico, en el cual la vestimenta sirva de abrigo y protección.

 
Atisbos de este cambio están apareciendo en la moda como predicciones para a un futuro incierto. La ropa post apocalíptica podría ser transformable y camaleónica y reaccionar frente al agua, a la luz o a la temperatura para afrontar condiciones extremas, podría estar hecha de materiales reciclados (plástico, papel, etc.) o ser una mezcla de elementos que la acercaría de alguna forma a la vestimenta del hombre de las cavernas, en una versión posmoderna.
 
  
  
  
  
  
  
  
Los colores posiblemente serían neutros, naturales, oscuros para preservar la seguridad frente a las amenazas del entorno, pero también como símbolo de un retorno a los inicios y un acercamiento a la naturaleza.

Las telas serían resistentes y duraderas, probablemente hechas con materiales que soporten las inclemencias del clima y los problemas de un entorno adverso. Marcas como Demron prometen desde ahora prendas livianas, estéticas y que pueden protegernos de peligros radiactivos, biológicos, químicos y radiológicos.
 
Los posibles estamentos sociales o clases post apocalípticas quizás estarían diferenciadas por la incorporación de elementos más tecnológicos versus elementos “primitivos”, pero ya no con el fin de ostentar, sino de mejorar la preservación de la especie frente a los peligros del entorno.

En este contexto la maquinaria del juego y la renovación constante que impulsa la moda se vería detenida ante la prioridad de la supervivencia.
¿Asistiremos entonces a la muerte de la moda o revivirá de sus cenizas? Quizá nunca lo sabremos.