viernes, 11 de septiembre de 2009

El consumo de la felicidad: ¡Très chic!


En el seductor mundo de la publicidad no hay imposibles. Un día común puede terminar con un vuelo fantástico (¿una elevación espiritual mediante el consumo?) en donde la presencia femenina asciende como por capricho sujetada a enormes globos que hacen un guiño a juegos infantiles, a fondants multicolores y a días maravillosos. Un cinta de seda se despega inesperadamente y da forma a la marca. Como contraposición, el vuelo deja atrás lo material, un París de antaño en colores neutros como telón de fondo, para dirigirse perpetuamente hacia un mundo fabuloso en donde los colores fucsias y rosados le rinden tributo a la feminidad. Una feminidad espontánea y lúdica, suspendida en el tiempo, que vive en sí misma para siempre. El único equipaje necesario para este viaje fantástico es la fragancia sobredimensionada.

Las reminiscencias infantiles en este caso se convierten en elementos simbólicos que psicológicamente aportan seguridad, satisfacción y confort frente a una realidad cada vez más desbordante y desdibujada. De esta forma conquistan los sentidos, “prometiendo felicidad y evasión de los problemas” (ver Lipovestky-La felicidad paradójica) y apelando a emociones que hacen aflorar anhelos ocultos.

El consumo aparece de esta forma velado por deseos de placer, seducción sensorial y un despliegue de apariencias que prima ante la reflexión, y que libran de culpa el acto de comprar. “La voluntad se ejerce solamente en forma de deseo, clausurando otras dimensiones que abocan al reposo, como son la creación, la aceptación y la contemplación” (Baudrillard-Alteridad, seducción y simulacro).

Pero la satisfacción conseguida no es duradera, iniciando un nuevo ciclo de consumo, una eterna búsqueda de felicidad. Probablemente esta tendencia finalice con un retorno a lo simple, a lo esencial, a una mirada interior ante la realidad cada vez más abrumadora. Hasta entonces vamos a seguir buscando la felicidad en el exterior, rindiéndonos ante su rostro material.