lunes, 12 de octubre de 2009

Estética y cuentos infantiles


Todos hemos leído alguna vez los cuentos de Andersen o Grimm y hemos soñado con ilustraciones que nos hacían viajar a mundos mágicos habitados por personajes inolvidables. Pero más allá de adornar y completar estas historias atemporales, las gráficas de los cuentos infantiles son también un reflejo de la estética, los ideales de belleza y la moda de la época en las cuales fueron elaboradas, convirtiéndose casi en ilustraciones de moda. Para ejemplificar esto se tomaron como referencia diseños realizados en un periodo que abarca desde fines del siglo XIX a inicios del siglo XX.
En el siglo XIX los cánones de belleza estaban determinados por el ideal estético victoriano referido al “ángel de la casa”. La tez blanca, los cabellos rubios y la apariencia celestial estaban asociados a la virtud, a la bondad y a la nobleza de espíritu. En contraposición, los cabellos oscuros aludían a personajes que muchas veces escondían tras una bella apariencia sentimientos negativos. Un ejemplo es Rapunzel o Blanca Nieves, personajes etéreos e inocentes en oposición a la bruja o reina mala de cabellos y corazón sombrío.



 

En cuanto a la vestimenta, los ropajes de las reinas y princesas reflejaban en algunos casos tendencias medievales o renacentistas, probablemente por la fascinación y la imagen idealizada que se tenía de esas épocas a inicios de siglo XX. En los cuentos vemos vestidos amplios, de cintura baja, mangas alargadas, capas profusamente decoradas y tocados o sombreros en punta.




En otros casos como en el cuento Barba Azul la protagonista luce un vestido de influencia Belle Époque, lleno de ornamentos, con mangas voluminosas y falda amplia.



En una de las interpretaciones de la Bella y la bestia la princesa usa un turbante y un atuendo perteneciente al movimiento Art Deco muy de moda en los años 1910; mientras que en Los seis cisnes, la heroína principal muestra una clara influencia del orientalismo cuyo auge comienza con la puesta en escena del ballet Scheherezade, en París. Gracias a la popularidad de lo exótico se observa también una reivindicación de las cabelleras negras para los personajes positivos.


 

Pero la vestimenta no solo cumplía fines estéticos, también era un símbolo de status y servía para mantener las diferencias de clases. Cenicienta no podía acudir al baile por no tener la ropa adecuada, situación que cambia al obtener el mejor atuendo del reino, pasando así de sirvienta a princesa gracias a un vestido.



De esta forma vemos una vez más que la estética es interpretada de acuerdo a momentos y lugares determinados y que se manifiesta también en ámbitos inusuales como los cuentos infantiles.